20090927

Post #99

Dentro de toda la cotidianidad de todo este mundito existe algo a lo cual no sabemos si realmente le tememos o a final de cuentas idolatramos, en este caso me refiero a la muerte. Qué es lo que básicamente pensamos acerca del final de la vida humana, qué es lo que realmente nos provoca curiosidad. La muerte funge como un símbolo que en lo trillado del asunto termina un ciclo y comienza uno nuevo. Puede ser en cualquier circunstancia, inclusive el fallecimiento de un individuo puede significar una misma muerte para uno mismo, una nueva perspectiva de las cosas, una experiencia inolvidable y dolorosa, muy dolorosa. Cuando ves el cuerpo de la persona en la caja y te preguntas: ¿Realmente está muerto o sólo está dormido? A veces no se concibe que la persona ya no estará, a veces nos confundimos y encontramos a alguien parecido en la calle con la esperanza de que todo haya sido sólo una pesadilla. Esto así es, siempre lo vemos como una pesadilla, clasificamos a la muerte como algo malo en el sentido maniqueo de las cosas.
Muchas veces pienso que el destino fatal es una de las cosas más excepcionales que existen, en cuestión del cuerpo, pero, también está esa muerte de la moral, esa dolorosa muerte, esa que es en vida, esa en la cual tu caja es tu casa, el trabajo, la escuela, la oficina, etcétera. Es donde todos te ven con curiosidad cual muerto en un ataúd. Donde todos te juzgan y todos te recuerdan para bien o para mal. Donde la causa de esa muerte, como lo dije anteriormente, puede ser la muerte física de alguien cercano, también cuando hay un fracaso de cualquier índole, ya sea profesional, amoroso, amistoso, político, social, etcétera. Donde desconoces todo a tu alrededor y te sientes inseguro, pierdes la confianza en ti mismo y eso desde la primera vez que se pierde es difícil o mejor dicho imposible recuperarla.
Es la muerte más tortuosa debido a que te llegas a ver en tercera persona y de como sufres, multiplicando la experiencia de dolor. Realmente te das cuenta de qué es la muerte, porque la experimentas, la saboreas, la vives a tal grado que llega a ser un estilo de vida. Muchas veces no nos damos cuenta hasta que nos empezamos a autoanalizar y los hechos a nuestro alrededor van tomando forma. Es doloroso cuando empieza ese autoanálisis y comienzas a armar el terrible rompecabezas. Peor aún, cuando empiezas a darle sentido y en la figura aparecen todos los acontecimientos que te demuestran que ya moriste, que sólo eres un alma en el purgatorio (aunque hoy en día el vaticano ya lo haya eliminado) y todos ya se habían dado cuenta menos tú. Cuando ya todos te ignoran y te dejan sólo como cuando te entierran. Cómo cuando la tierra comienza a caer arriba de la caja y todos te ven con los diversos sentimientos tales como tristeza, terror, repudio y el peor de todos, la lástima.
Eso es lo hermoso del destino fatal del cuerpo, simplemente se va y no sabemos para dónde, no sabemos si reencarnó o si realmente fue a esas dos grandes concepciones instauradas por el cristianismo tales como el cielo y el infierno. Caso contrario, cuando se esta muerto en vida sabes de los tormentos, sabes donde estás, sabes todo menos que ya estas muerto. Te ilusiona y hasta te enorgulleces de estar vivo, y sí, hay gente que afortunadamente está viva y que ve las cosas de una manera positiva y eso les da vida, eso es excepcional. Es admirable y no porque sean demasiado "cursis" en su optimismo, sino que la vida que tienen es real y tal vez eso sea lo que muchas veces nos lleva a criticar el pensamiento burgués porque le tenemos envidia.
En fin, sobre las "muertes" es lo único que tenía que escribir. Me hubiese gustado escribir esto durante el día de muertos, pero a veces hay personas cercanas que se nos adelantan y en muchas ocasiones el momento queda para escribir algo y dedicárselo a ellos. No sólo hacer una biografía o hablar de los buenos o malos momentos, sino reflexionar uno mismo, sobre todo la parte afectada o la parte que ahora murió en vida.
Este post está dedicado a Angelita quien falleció el pasado domingo 27 de septiembre y le deseo próxima resignación a Arco. De igual forma éste escrito va dedicado a mí también, que hace un año morí como historiador y la confianza y seguridad que según yo me tenía volvieron a esfumarse.

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